Solución teológica para quien no dimita |
Los caprichos del lenguaje han hecho
posible que en España haya desaparecido la primera persona del presente de
indicativo del verbo dimitir, “yo dimito”. Este verbo, en este tiempo verbal,
ha quedado huérfano del “yo”, por lo que los efectos de este nunca afectarán a
la persona que lo conjuga.
Podemos ir más lejos y augurar que dicho
verbo, dimitir, que implica una acción concreta y definida, está en trámite de
perder no solo esa primera persona; sino toda la conjugación en tiempo
presente. Me explico, la posibilidad de dimisión en tiempo presente es cada vez
más remota, lo cual amenaza a reducir este verbo a su forma, simple o compuesta,
futura y siempre en condicional. De esta forma, la dimisión en sí, o más bien
el acto o acción de ella, será relegada siempre a un futuro indeterminado,
nadie dimite hoy, en todo caso dimitirá, pero no en el sentido de un tiempo
perfecto y delimitado.
Esta indeterminación y no concreción de los
límites de ese tiempo futuro, que nos permitiría delimitar un segmento temporal
en el cual se producirá la acción, está justificado, por regla general por una
serie de condiciones que pueden estar relacionadas o no con la propia acción de
dimitir. Este condicionamiento hace que este tiempo verbal futuro se convierta
en un futuro condicional, con lo cual el suceso o acción puede o no producirse.
Resumiendo, hemos pasado de una acción
realizada en un tiempo presente y concreto, definido por la forma verbal “yo
dimito”, a una forma futura imperfecta y condicional de la forma “Yo dimitiría
si”…, o, “yo dimitiría siempre que”…
Este hecho tiene otra lectura desde un
punto de vista social; ya que la dimisión afecta a la persona implicada
directamente en un hecho, siendo esta persona responsable de algún área
concreta de actividad de su empresa o institución. Se produce, o mejor dicho
debería producirse, por una mala gestión,
un error irreversible, por simple
consejo o petición de sus superiores, por oposición rotunda a los criterios a
imponer, o por cualquier otro motivo; pero siempre dentro del vínculo
contractual entre una persona y una institución o empresa. Las personas que
pueden tomarse el lujo de dimitir, aunque no lo consideren así suelen tener un
status social elevado, lo que nos conduce a la protección de estas por el
fenómeno del corporativismo existente a estos niveles en la escala social. Por
lo que no serán sus compañeros los que pidan su dimisión; pues además del
corporativismo, a estos niveles de la escala social, quien más quien menos, y
perdonarme la expresión, tiene “cogidos de los huevos” a sus compañeros de
nivel, todos hemos oído en numerosas ocasiones la frase de “tirar de la manta”,
usada como amenaza si… Esta frase, que suele conjugarse también en futuro
condicional, debido sobre todo a la imposibilidad de que la dimisión se
produzca y como esto es así, que nadie dimite en tiempo presente, en España,
también sería absurdo tirar de la manta antes de que se produzca el hecho que
lo provoca.
Por consiguiente, la petición de dimisión
suele provenir siempre de los niveles de status inferiores, o en todo caso de
los adversarios políticos, (siempre que tengan sus huevos a salvo). Lo que hace
que en el primer caso se desprecie la sugerencia y en el segundo se tome como
algo cotidiano y normal. Ni en uno ni en otro caso suele producirse el
desenlace deseado.
Vemos como el lenguaje tiene la fascinante
capacidad de adaptarse a la realidad, deshaciéndose de tiempos verbales que no
se usan y subrayando los tiempos futuros que sí se usan. Podemos concluir que
no es el desgaste y el uso hasta el hastío lo que hace modificar la lengua,
sino el desuso, como bien sabemos y como demuestra el argumentarlo anterior.
Esto supone un empobrecimiento de nuestra
cultura lingüística, por lo que me gustaría animar a los que pueden y deben
hacerlo a que usen esta forma verbal en este tiempo concreto, el presente, el
hoy, aquí y ahora. Para ello me gustaría nominar al Consejero de Sanidad Madrileño,
a la Ministra
de Sanidad, a todos los defraudadores relacionados con las tarjetas “negras”, a
todos los relacionados con el caso de los “eres”, a todos los directivos de
banca que han logrado con su esfuerzo e ineptitud hundirla, a todos
sindicalistas implicados en corrupción o corruptela, etc…Todo por nuestra
lengua y por salvaguarda de nuestra cultura.
Juan Carlos Vázquez
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