domingo, 26 de octubre de 2014

Marianico y su bicicleta, una pareja de municipales y el camión de regar las calles.



Imagen idealizada de Marianico

Marianico es un joven de la ciudad del “qué pasa pues” y del “co”, de la ciudad en que todas sus sílabas se acentúan, me refiero, como muchos habréis adivinado a Zaragoza.
Marianico se levanta a las seis de la mañana, con tiempo para asearse, desayunar viendo las noticias breves y repetidas de la televisión de la cocina y a continuación sale de casa dirección a su trabajo.
Marianico es una persona normal, de las que no llevan escolta ni tienen miedo a nadie, por lo que como su trabajo estaba en el centro de la ciudad, podía ir andando. Le cuesta una media hora, aproximadamente, tiempo en el que además de despejarse, hacía un “poquico” de ejercicio.
En su paseo diario matutino se cruzaba con otros andantes como él y con otros que iban en autobús, coche o bicicleta, lo cual le dio la idea de limpiar la bicicleta que tenía en el pueblo y traérsela para ir al trabajo. Así lo hizo y se convirtió en una persona que colaboraba con el medio ambiente, que no expulsaba con su vehículo gases de efecto invernadero ni que erosionasen la capa de ozono. Llegaba a su trabajo un poco antes de lo habitual y se sentía muy orgulloso de sí mismo.
Pero un día el Tribunal Superior de Justicia de Aragón, por Sentencia nº 85/12 de 17.02.2012, publicada en el BOPZ nº 219 el 23/09/2014, cambió la ordenanza municipal de peatones y ciclistas, por lo que el recorrido que hacía normalmente con su bicicleta quedó parcialmente anulado y había tramos que tenía que ir con su bicicleta entre los conductores de autobús, taxistas y particulares que intentaban sortearlo para avanzar más rápido.
Nuestro protagonista se lanzó a la ciudad y siguió las normas que conocía, tales como ir por la calzada en las zonas donde no hay carril bici y evitar las calles peatonales, que a esas horas eran calles desiertas; pero un día recordó que podía atajar por la calle de las baldosas sueltas, la que todas mañanas a las ocho en punto era regada por un camión cargado de agua. Esa calle por la que raro era el día que no llegase al trabajo con los zapatos y el pantalón mojado, consecuencia de pisar una baldosa suelta tras haber sido regada la calle por el camión del agua. Pensó que si por allí podía ir el camión del agua, por qué no podía ir él, además a esas horas apenas circula gente por ella y es lo suficientemente amplia como para que quepan todos.
Así lo hizo nuestro intrépido ciclista; pero al meterse en la calle peatonal, se dio cuenta que un coche lo seguía, con sus focos le iba iluminando el camino. El coche llegó a su altura, tras recorrer gran parte de la calle peatonal, era la policía municipal, que bajó la ventanilla y le dijo a Marianico: ¿no sabe usted que esta calle es peatonal y no puede circular montado sobre su bicicleta?. Marianico le respondió que no había nadie en la calle y estuvo a punto de contestarle, con razón, que si era peatonal y él no podía ir en bicicleta, con más razón ellos tampoco debían hacerlo con un coche; pero la prudencia evitó que respondiese y se bajó de la bicicleta. Andando, con la bici a su lado y el coche de la policía detrás continuó su caminar por la calle hasta llegar al camión que riega todos los días la calle peatonal y que mueve todas las baldosas. Cuando el operario de la manguera la dio paso, pasó; pero los municipales tuvieron que esperar que el camión acabase su recorrido para poder salir.
Al día siguiente tras haber estado a punto de ser multado, reflexinó, y en la intimidad de su casa y sin que nadie le oyese, mandó a la mierda al Tribunal Superior de Justicia de Aragón y a los municipales que lo pararon y fue al trabajo con su coche particular.

Juan Carlos Vázquez


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