A la vuelta de unas idílicas vacaciones en el sur de España, sol, fandango, “pescaitos”, rebujitos, poniente, levante, churros, azahar. Vuelta a casa, maletas llenas de la carga impregnada de todo lo mencionado mezclado con sudor y tristeza. ¡Qué diferente es el aroma de las maletas que van y de las que vuelven!.
Es hora de deshacer todo lo hecho durante
la escapada veraniega, vuelta al agobio, a las prisas, al estrés, al enfado con
los niños, en otras palabras vuelta a la normalidad.
Un día después de nuevo el despertador, un
desagradable sonido que no sabes de dónde procede; pues lo tenías escondido en
el olvido. Pulsas el botón de apagado de la radio y sigue ese desagradable
timbre que te desvela, ya no te acuerdas que el sonido proviene del teléfono
móvil. Cuando caes en la cuenta ya estás cabreadísimo y has aporreado la radio
despertador unas cuantas veces, sin obtener el resultado deseado. Mal comienza
el día. Los abuelos dicen que cuando mal te levantas mal acabas, por lo que al
terminar la jornada acabas pensando para qué coño te habrás levantado de la
cama y lo que has perdido por no haberlo hecho.
Todo esto en una España, esta España de la
que muchos de nosotros nos borraríamos mañana mismo si fuese posible. Un país
donde sus habitantes viven en la subsistencia del día a día como su mayor
ilusión, un país de “mileuristas”, pobres, parados, estafadores, timadores,
ladrones, defraudadores y políticos de mierda. Estos últimos agregan en su
propia definición los últimos adjetivos de esta retahíla.
Un país en el que pasas de simplemente
poder vivir a la más absoluta miseria, un país donde hoy eres algo, tienes una
dignidad y mañana eres una mierda. Un país en el que hoy tienes algo, por poco
que sea y mañana nada. Un fétido lugar en el que ni las moscas quieren habitar,
por culpa del divorcio proclamado a los cuatro vientos entre la ética y la
política.
Así pues, en esta porquería fangosa raro es
el día en que tú, yo o aquel no nos encontramos con una carta en nuestro buzón,
un mensaje en el móvil o un correo electrónico cuyo texto nos hunde en lo más
profundo de la miseria psicológica.
El texto al que hago alusión reza lo
siguiente:
“De: recursos humanos
Enviado el: miércoles, tal de tal de tal
Para: trabajador
Asunto: Comunicación de medidas colectivas de extinción de contratos
Enviado el: miércoles, tal de tal de tal
Para: trabajador
Asunto: Comunicación de medidas colectivas de extinción de contratos
Buenas tardes,
Mediante la
presente comunicación, y tal y como ya eres conocedor, te informamos de las
dificultades económicas por las que atraviesa “X” (siendo X una empresa del
ramo de la producción de energía), como consecuencia de las recientes
modificaciones legislativas que afectan al sector de nuestra actividad que han
supuesto un importante impacto económico en el desarrollo y funcionamiento de
la empresa, obligándonos a tomar medidas colectivas de extinción de los
contratos de trabajo por causas económicas, productivas y organizativas.
Adjunto te hacemos
llegar comunicación dirigida a la totalidad de la plantilla de las empresas del
Grupo “X” a los efectos de que por favor, se la hagas llegar a todos los trabajadores
de planta, -incluyéndote a ti-, para su firma, así como modelo de acta
para nombrar al sindicato o representantes de cara a participar en el proceso
de consultas, que deberéis devolvernos cuanto antes.
Agradeciendo de
antemano tú colaboración.
Recibe un cordial
saludo.”
De toda esta palabrería lo único que puede
alegrarte es que quien te la envía, tras clavarte el cuchillo jamonero en todo
el pecho te envía un cordial saludo, menos mal.
Tú, yo o aquel, tras esta misiva, cuando
consigues devolver tu respiración al ritmo normalizado, vuelves a la realidad
de la vida diaria, junto a tu mujer y tus hijos y le sueltas el notición. Ella,
se encuentra en la cocina, nadando entre un montón de ropa sucia a la espera de
que se la trague la lavadora que está enfrente, como mirándola con hambre, con
su boca abierta al máximo.
Ella sigue metiendo ropa por la boca del
electrodoméstico, sin hacerte caso. Tú te acercas a ella y le ayudas, como
siempre en sus tareas, al tiempo que le repites lo que no ha oído o lo que no
ha querido oír. Se gira hacia ti y te abraza, en silencio, solo se escucha la
lavadora, que da vueltas y vueltas poniendo movimiento y sonido a unos
pensamientos que tragas una y otra vez.
Juan Carlos Vázquez
Pues, amigo, en este país de mierda que no es una mierda, sino que unos mierdas enmierdan el país, hay que mandar a la mierdas a los mierdas que enmierdan el país. Y por cierto, este desmierde del país hay que empezarlo justo ahora, después de la vacaciones. Un abrazo para ti u las Teresas.
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