Aliaga, Teruel, año 2070. Museo Etnográfico y Parque
Geológico.
Imagen de edificio industrial abandonado en la década de los años 80 del pasado siglo |
Este escondido rincón de la provincia de Teruel, guarda
los vestigios de la existencia de vida humana en un pasado reciente. Gracias a la
buena conservación de sus edificios civiles e industriales, numerosos
antropólogos y etnólogos se congregan todos los años en el mes de agosto, con el fin de
realizar unas jornadas científicas sobre la evolución de la sociedad en el medio rural.
Este pueblo es para la sociología una verdadera fuente
epistemológica, gracias a la cual los estudiosos de la evolución social,
pueden experimentar in situ los efectos de la desidia política. Es un claro ejemplo de las irreversibles consecuencias de las políticas erróneas. Se ha convertido en
monumento a la incoherencia de gobiernos ineptos e inútiles, en talismán de lo
que nunca debió suceder. Cuando se traspasa un determinado umbral de la
estupidez política las lamentaciones son en vano.
Este pueblo fantasma encierra una historia de lucha
social, con grandes victorias ensombrecidas por la lucha continua por la supervivencia. Mientras en
las grandes urbes el crecimiento económico se fundamentaba en atraer más y más
empresas, los pequeños núcleos rurales, dotados en el mejor de los casos de
pequeños complejos industriales, debían orientar los esfuerzos a la
conservación de los escasos recursos y servicios en los que basaban su
subsistencia.
Frente al cansino discurso político a favor del
asentamiento de la población rural, el desarrollo del medio rural, la incentivación
rural, bla, bla, bla rural. La realidad de la práctica política estaba en otro
lado, hasta el punto de dejar en el olvido todo ese "ruralismo" que empapaba los
discursos electorales o mejor electoralistas.
Este pequeño pueblo, defendido hasta la saciedad
por sus antiguos moradores, es hoy día un pueblo fantasma, habitado por las almas
de sus hijos que se niegan abandonarlo. Un homenaje a los Mierdas de la
política, con perdón de la verdadera Política, de personajes para el olvido que
no miran más allá de sus tripas gordas grasientas, políticos sordos a sus
propias palabras, inútiles gobernantes babosos y perezosos, incompetentes,
pelotas, cerdos.
En invierno silencio y frío, en verano antropólogos y
geólogos, contemplados por las casas vacías cuando pasean sin estorbo por sus
aceras y calles. Ejemplo de lo que nunca debió suceder, al igual que las ruinas
de Belchite, verdaderos monumentos erigidos en honor de la estupidez humana.
Juan Carlos Vázquez
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