En la actualidad, este nombre se da también a personas de una particular elevación ética, con lo cual y pese a los intentos religiosos por mantener el monopolio de la moral, santos podemos ser cualquiera., aunque dicho esto, no voy a centrarme en esta cuestión, ya que no es lo que realmente me interesa en mi reflexión. Lo que creo interesante es que este concepto, que lo considero real, es decir, con una existencia plena, es algo interior a la persona, endógeno, y no exterior a ella. Una persona es santa porque lo es por sí misma, no porque los demás digamos que lo es; además cuando esto sucede, en cierto modo estamos destacando a ese individuo del resto de los mortales, lo situamos en un estrato superior y privilegiado, lo que en cierto modo se opone a la definición del propio concepto.
Un santo lo es porque lo es y no precisa de reconocimiento ni hornacinas, Es un comportamiento efímero porque la propia vida lo es. se trata de una vida marcada por una serie de valores que esa persona ha desarrollado consciente y constantemente. Pero de esta forma un paralítico cerebral no puede llegar nunca a serlo, (obstáculo que la iglesia ha salvado con la introducción del concepto santos inocentes), al igual que alguien que ha realizado su actividad en la sombra y por tanto no puede optar al reconocimiento público de su labor,
El concepto de santo ha rebasado la barrera individual para encuadrarse en el mundo de los conceptos sociales, mientras que no es la sociedad quien debe determinar si una persona es o no es lo que sea. lo que alguien es es patrimonio suyo propio y solo él sabe porqué actúa de una forma u otra. Por tanto atribuir este título a alguien es contradecir lo que ello significa.
Debemos considerar que la opinión social está mediatizada y no es estática, por lo que lo que en una ocasiones es bueno en otras puede no s
erlo, y lo que se ve desde una óptica en un tiempo concreto puede verse de otra desde una óptica temporal diferente. Así tras una guerra, la historia la escriben los vencedores, que son los que ocupan el poder en ese momento; pero con el tiempo, el poder pude cambiar de signo y tener una concepción opuesta hasta la que entonces existía y si no opuesta al menos distinta. Tal puede ser el caso de Nelson Mandela, activista y terrorista en su juventud y Nobel de la Paz en el ocaso de su vida.
Santos son los que son y no voy a decir que no lo sean, solo digo que no son todos los que son y que si por algo deben distinguirse es por no tener nombre, pues no es lo que buscaban cuando llevaban a cabo su labor. Por tanto los santos deberían ser anónimos y su único significado debiera ser el refuerzo de los valores que protegieron o cultivaron en su corta existencia.
Estos son los santos reales, luego tenemos los santos propios, que lo son para sí y que pretenden serlo para los demás, personas que aunque dediquen su vida a los demás y a desarrollar valores socialmente aceptados, tienen como preocupación dar el salto de lo individual a lo social, en busca de ese reconocimiento público. Personas que trabajan y dedican su vida a los demás asegurándose que esos, los demás lo sepan y con ello lo reconozcan. Estos no serán nunca santos, más bien serán payasos idiotas y como tales serán juzgados por la población, por la sociedad.
Yo no seré nunca santo ni es mi propósito; pero lo que es seguro es que esos que lo son, si se levantasen de donde estén reposando sus huesos y viesen lo que han hecho con ellos se cabrearían, seguro que sí.
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